Nunca me abandones
Nunca me abandones
Basada en la novela homónima publicada en 2005 de Kazuo Ishiguro (Premio Nobel de Literatura 2017) con guion de Alex Garland, donde un grupo de niñas y niños pasan su infancia en el internado de Hailsham con una aparentemente vida idílica hasta que descubren un inquietante secreto acerca de su futuro.
Sin embargo, cuando dejan atrás el refugio que les brinda del colegio y se aproximan al atroz destino que los aguarda en su edad adulta, contra todo pronóstico también deberán hacer frente a los profundos sentimientos del amor, los celos y la traición, sentimientos que amenazan con separarlos para siempre.
Los personajes de este film, criaturas situadas al margen de la sociedad, descubrirán que fueron criadas para un fin utilitarista como los ciudadanos de La fuga de Logan (1976), los replicantes de Blade Runner (1982), o los terrícolas que sirven de productores de un elixir para unos extraterrestres en Jupiter Ascending (2015).
Todos estos personajes comparten el despertar de la propia consciencia de su caducidad como seres vivos y especialmente, que su destino tiene sólo una utilidad que es para lo que han sido clonados.
Se trata pues de una fábula sentimental con tintes de ciencia ficción, pero en la que los personajes buscan el sentido de su vida mientras experimentan emociones para las que su finalidad vital no preveía.
En cierto sentido es una metáfora de la visión determinista con la que algunas filosofías definen la vida humana y que inexorablemente sólo puede superarse con la resignación.
En la película muy al final los protagonistas piden no tanto expiar por su destino, sino simplemente un aplazamiento. Es esta condición casi humana de aceptar la vida por un fin utilitarista que no se nos revela y que los protagonistas conocen.
La película permite pues adentrarse en una reflexión que es esencial para aceptar la muerte y es que somos parte de un destino universal que aun no siéndonos revelado nos permite gozar de una realidad llena de emociones que estimulan nuestra personalidad y con ella experimentamos un yo personal.