Manchester frente al mar

Manchester frente al mar
Tras la muerte de Joe Chandler (Kyle Chandler), por expreso deseo de este, su hermano menor Lee (Casey Affleck) debe hacer de tutor legal de su hijo adolescente avanzado (Lucas Hedges). Por su parte el protagonista, Lee Chandler es un solitario encargado de mantenimiento de edificios de Boston que de pronto se verá obligado a enfrentarse a un pasado trágico que le llevó a separarse de su esposa Randi (Michelle Williams) y de la comunidad en la que nació y creció.
Es una película que provoca un impacto profundo en el espectador, tanto por qué en determinados momentos uno puede sentirse ahogado por la incapacidad y la imposibilidad del protagonista para salir de su angustia vital. Y es que su director no lleva el film por los caminos convencionales de la narración sino que lo hace con escenas que parecen erráticas pero que en realidad le otorgan más honestidad a a la historia e incluso la hace más creíble.
La vida cotidiana de Lee va del presente al pasado y son estos saltos en el tiempo que nos permiten entrar tanto en la vida del pasado del protagonista con una mujer y tres hijos y la relación próxima con su hermano, en un idilio que duró poco para entrar en el presente. Un presente en el que la muerte de su hermano y el tener que asumir la custodia de su sobrino hacen aflorar el conflicto profundo del protagonista.
Lo interesante de esta película es que la muerte sirve de excusa para una introspección, casi imposible de dilucidar y en el que asumir la custodia de su sobrino, por voluntad del testamento de su hermano lo pone contra las cuerdas por su propia realidad psíquica. A partir de este momento aflora la realidad mental de un hecho del pasado de Lee que lo destrozó emocionalmente y que le hizo salir de su mundo idílico. Y es que Lee quiere y no puede o puede y no quiere y su mundo se enfrenta al de su sobrino que tiene claro que quiere continuar en Manchester, con sus amigos, sus novias y su banda de rock.
Para Lee su vida es un drama, una experiencia de dolor y pérdida tan traumática de la que no parece que pueda salir. Es una persona que no tiene deseos de vivir, sumida en un pozo sin salida y sin embargo, lo intenta. La complejidad del personaje lo convierte casi en real, com si de un conocido nuestro se tratara. Y navegando por este pantano enlodado en un recorrido emocional del que el camino parece intransitable.
Manchester frente al mar es una película en la que el drama es a menudo exacerbado, pero al fin y al cabo son historias de personas comunes, familias rotas y personajes enfrentados con difíciles circunstancias para los que el camino hacia la salida de la encrucijada no es nada fácil. Tanto el espectador como el protagonista quedan bajo la dirección milimetrada de Lonergan, pero con un exceso de sentimentalismo que, sin embargo, nos deja atrapados en un laberinto emocional del que no es fácil salir.
En un pueblo pesquero de Massachusetts, a unos cuarenta kilómetros de Boston es el marco de esta tragedia psicológica marcada por atardeceres multicolores y el graznido de las gaviotas que revolotean por los alrededores del pueblo y de los barcos pesqueros que viven en él. Un marco algo tópico en su escenografía pero que nos muestra que la muerte es una oportunidad para afrontar nuevos retos, incluso cuando estos parecen imposibles.