La vida de calabacín
La vida de calabacín
Calabacín es el mote de Ícaro, un niño de nueve años, valiente, pero que provoca sin querer la muerte accidental de su madre alcohólica, lo cual llevará al protagonista al orfanato donde convivirá con otros supervivientes de abusos, violencia doméstica y exclusión social. En un primer momento se esfuerza por encontrar su lugar en este nuevo medio hostil.
Con la ayuda de sus nuevos amigos, Calabacín aprende a confiar, encuentra el verdadero amor y una nueva familia. Ese es su mundo todos los residentes en el orfanato hacen lo posible por sobrellevar el hecho de haber sido abandonados por su familia y aprender disfrutar la vida a su manera. Los adultos del centro contribuyen a esta adaptación.
En La vida de calabacín, cada uno de los niños/as del orfanato encarna una huella diferente del dolor que les atormenta. Cada niño tiene su historia y ha de aprender a vivir con ella de la forma más positiva posible. Simon, por ejemplo transforma su dolor en una rabia que a veces dirige hacia el resto de compañeros y para ello se conoce de memoria la vida de cada uno de ellos. Alice, con un rostro siempre semioculto por el flequillo, sufre de ataques convulsivos. Jujube que vive esperando el regreso de su familia aunque su madre recibe tratamiento psiquiátrico. Bea es una niña inmigrante cuya madre fue expulsada del país y retornada a África. Ahmed no puede controlar mojar la cama desde que su padre lo encarcelaron tras ser detenido en un atraco para conseguir dinero y poder regalarle unas zapatillas de marca. Camille, la última en llegar, y que robará el corazón de Calabacín.
Es este ambiente marcado por el dolor y el sentimiento de abandono, todos los protagonistas participan para rehacer los vínculos de afecto, compañerismo y filiación.
La película reivindica la inocencia, pero también el optimismo, como la mejor estrategia para conjurar el dolor, pero es una película para niños de una cierta madurez y adultos con sensibilidad vital.
Una película llena de sensibilidad para enfocar el tema del duelo en los/as niños/as con una historia que nos permite ser testimonios de cómo se pueden rehacer los puentes ante la pérdida y conjurar el dolor.
La película se basa en la técnica de animación stop-motion que evoca el diseño de un dibujo infantil y lo hace en base a la novela Autobiographie d'une courgette (2001) de Gilles Paris (reeditado en castellano en 2017 por Maeva) de la que se hizo una adaptación para la televisión francesa con actores reales en 2008. La perspectiva de la directora suiza Barras, hace que las escenas sean siempre a la altura de los niños, ya que con ello pretende que su inocencia, su sentido del humor y su capacidad para crear entre ellos lazos afectivos se convierten en los principales antídotos ante el horror que han experimentado cada uno de los protagonistas.