Fresas salvajes
Fresas salvajes
El doctor Isak Borg va a recibir un homenaje en la universidad. Repentinamente, una noche sueña y contempla su propio cadáver y esta visión le hace emprender el viaje en coche con su nuera que se ha ido de casa de su hijo tras una discusión por su embarazo. Durante el viaje parará por la casa donde pasaba sus vacaciones de niño, donde crecen fresas salvajes y tuvo su primer amor.
La historia relata pues este viaje del anciano profesor Isak Borg desde Estocolmo a Lund en compañía de su nuera y tres jóvenes, y durante el cual reflexiona sobre la vida, la muerte y la existencia humana. Es el viaje interior de un hombre que nos lleva por su dolor por el pesar y la ansiedad, aunque con un refrescante sentido de la paz y la reconciliación. Está considerada como una de las cintas más emocionales y optimistas de Bergman y sin duda es una de las mejores joyas cinematográficas en estado puro.
La película es un paseo por entre la muerte y la vida, desde la vejez a la infancia, de los primeros amores hasta los últimos casi no reconocidos. Se desarrolla a veces como un cuento de Levis Carroll, otros como un relato kafkiano e incluso con apuntes oníricos de estilo freudiano sumergiéndose entre fantasmas, pero sin conclusiones de desespero vital.
La reconciliación y el perdón van de la mano de asumir la generosidad de espíritu, la cual endulza el corazón y el propio fracaso como algo inherente a toda persona más allá de que nos envuelva en tenues destellos de tormento de deseo.
Fresas salvajes es un viaje externo e interno, en el que las primeras fresas silvestres de primavera atizan la nostalgia de una vida a la vez que el protagonista recorre un sendero con múltiples simbologías a modo de metáforas del alma del personaje.
Es una película de culto y no apta para todos los públicos, pero no podíamos dejarla de seleccionar pues es portadora de una belleza estética en blanco puro y negro azabache que nos sumerge en una catarsis emocional e hipnotizadora. Una película con escenas de sueños que siempre permanecerán como iconos de una forma de hacer cine que Bergman marcó con firma propia en la historia del cine del siglo XX.