Con amor, Lisa
Con amor, Lisa
Wilson Joel busca encontrar una explicación al suicidio de su esposa Liza, la cual le ha dejado una carta a la que no se atreve abrir. Así que busca en la suegra el apoyo y orientación. Sin embargo, la carta se convierte en motivo de conflicto entre ellos y la tensión de su relación desbarata más aún sus vidas.
Es tan incapaz de abrir la carta de suicidio de su mujer como de aceptar la ayuda de su suegra. Aunque hace lo imposible por mantener el equilibrio y la razón comienza a pasar el tiempo inhalando los vapores de las latas de gasolina y combustible de los aviones de aeromodelismo que son su gran afición.
Esta película no pretende contar una historia que por otra parte es bien simple, tu joven esposa se ha suicidado y eres incapaz de leer su mensaje sino que nos lleva por el descenso a la "Nada" que conlleva toda pérdida muy querida. La película con una narración clara, respetuosa y a la vez sensible nos sumerge en el mundo de las sensaciones de su protagonista.
Alguien que busca en la evasión encontrar un sendero al sinsentido vital en el que se ha convertido su vida tras el golpe de lo incomprensible. Asistimos a la vida de un hombre común, aquel que deambula por su cotidianidad con el corazón por la pérdida y una nota de despedida que le tortura con la simpleza que se adivina tras un sobre que sólo contiene una pequeña y fina hoja.
Las preguntas son obvias, ¿Como una muerte voluntaria puede explicarse en una pequeña hoja? ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué no tengo fuerzas para irme contigo?. La respuesta es mucho más compleja,
El ritmo de la película es lento, profundo, detallado, con momentos que trasladan al espectador a los pasillos de la deshabitada casa del personaje de Wilson Joel, al que acompaña la música justa, en secuencias de una soledad sufrida y arrebatada por la desidia y el tedio.
El protagonista realmente nos transmite toda la tristeza incluso bajo la risa, sin hacer mucho. Y el espectador se convierte en parte del vació existencial que llena la pantalla y formamos parte del sufrimiento por el suicidio, el de alguien, el nuestro de cada día. Y sin embargo, tras cualquier muerte quedamos nosotros, los que permanecemos.
Wilson Joel nos muestra, en silencio, con una mirada que se apaga, que es mejor aceptar y dejar que el fuego nos consuma, o nos arrastre a otra ciudad. Profunda y recomendable, esta película del cine independiente ganó un premio en el festival Sundance de 2002.