La pérdida ambigua
La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado es un libro pensado para las personas que sufren pérdidas ambiguas, es decir, cuando la pérdida es confusa, incompleta o parcial. Cuando la pérdida oscila entre la esperanza y la desesperación, y en la cual se incluyen emociones que pueden amortecer los sentimientos e impedir a las personas volver a ocuparse de sus vidas.
La pérdida ambigua es habitual frente la desaparición de una persona por un secuestro, por estar en un territorio de guerra o por cualquier otra situación de violencia, así como por catástrofes naturales (tsunamis, terremotos, etc.).
La pérdida ambigua también se da en situaciones desconcertantes de la vida cotidiana, como por ejemplo, cuando los hijos marchan de casa para abrirse camino en su vida, en divorcios, en trabajos que obligan a horarios no adecuados o largas temporadas fuera de casa.
La autora acuñó el término de "pérdida ambigua" tras una concienzuda investigación y el análisis de su experiencia clínica. De estas se dio cuenta la importancia de sugerir estrategias para suavizar el dolor y ayudar a las familias a aceptarlo.
En muchas historias de personas y familias que se enfrentaron a pérdidas ambiguas se muestra cómo consiguieron superar la tristeza y la melancolía paralizadora. La pérdida ambigua es el resultado de una experiencia intensa que, sitúa a quién la padece en la ambivalencia y obligada a la incertidumbre como parte de su vida.
Se trata de un libro hermoso, sensible, que ilustra con viveza las múltiples formas en que se experimenta y vive el dolor intenso de la pérdida ambigua. Y todo ello lo hace con su mensaje de esperanza,
Este libro ofrece una buena orientación para terapeutas familiares que deben atender y aliviar las experiencias de personas que han sufrido una pérdida que les impide recuperar sus propias vidas.
Cuando se nos muere un ser querido, lloramos su pérdida. Nos consolamos con los ritos que acompañan su desaparición y buscamos apoyo en los que nos rodean. Pero ¿qué ocurre cuando no hay un final, cuando tal vez un miembro de la familia o un amigo esté todavía vivo y, sin embargo, ya lo hemos perdido.
Así se afrontan situaciones como las de una madre cuyo hijo ha desaparecido en combate, o los familiares de un enfermo de Alzheimer que se enfrentan a la duda entre la pérdida definitiva y un posible retorno a casa o a la lucidez.
La autora enriquece profundamente la comprensión de que las relaciones humanas pueden sufrir una prolongada situación de desgarramiento, a pesar de lo cual sigue siendo posible cicatrizarlas.